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¿Dónde está Lizandra Góngora?

Actualizado: 31 dic 2021

Por Claudia Padrón Cueto.


Lizandra Góngora Espinoza.


Ciudad de Mexico. (CubaNet)- Agosto, 5 del 2021. La última vez que supo de Lizandra fue el 22 de julio cuando le escribió por Messenger a través de un perfil falso creado días atrás. Lizandra tenía un pacto con ella: diariamente la contactaría, aunque fuera para enviarle un pulgar levantado en el chat. Era la muestra de que estaba bien y a salvo. Si su amiga, quien pide anonimato, en 24 horas no tenía noticias, entonces debía dar la voz de alarma y denunciar que estaba desaparecida.


En uno de los audios que le envió Lizandra se le escucha desesperada. La cubana de 35 años le dice a su amiga que no podía pasarse la vida huyendo, que ella tenía que criar a sus hijos. Era la primera vez que los niños estaban lejos de ella.


Durante los 11 días que estuvo escondida, casi nadie sabía su paradero exacto. Algunos hasta la notificaron como desaparecida porque no estaba activa en sus cuentas, pero Lizandra estaba oculta.


Ante un silencio no habitual en ella, su perfil se llenó de publicaciones donde la etiquetaban preguntando por su estado. El día 16 una conocida compartió un audio de Lizandra, donde le contaba que estaba huyendo, que su casa estaba sitiada como si ella fuese una criminal peligrosa y que sus hijos no dejaban de llorar. Ese mismo día una foto de su pierna con dos heridas profundas y sin coser comenzó a circular. Casi nadie sabía a ciencia cierta qué había pasado con ella.


Mientras tanto, cuando otros cercanos le escribían, ella solo decía que estaba en un monte, sin más detalles. Así no delataba a la señora que le dio refugio, ni se arriesgaba a que la policía fuera a buscarla.


El 23 su amiga no recibió el mensaje acordado y le escribió. Esperó al día siguiente y volvió a dejar un chat. Los textos nunca fueron leídos por Lizandra, así que su amiga infirió que algo le había ocurrido y decidió denunciar en redes su desaparición.


Lizandra gritó libertad.


Lizandra Góngora huyó de su casa el 11 de julio cuando supo que la policía estaba buscándola tras participar en las manifestaciones de Güira de Melena, en Artemisa. Un conocido le advirtió que la iban a acusar de cabecilla y ella no lo dudó. Desde hace tiempo estaba en la mira de la Seguridad del Estado. Esta era una oportunidad que ellos tomarían para quitársela de encima y que su nombre se perdiera entre cientos de denuncias.


Unas horas antes de escapar, ella se había unido a la manifestación de su municipio, que se levantó como lo hicieron más de 90 localidades en Cuba. En uno de los videos que trascendieron de ese día se le ve de espaldas, caminando con la multitud. En la transmisión Lizandra aparece en el minuto 10. Es la mujer que tiene un short blanco de bolas negras y una camisa oscura. Ella junto a los demás manifestantes grita “libertad” y “que se vayan”. No tiró piedras, no golpeó a nadie, no fue violenta. Solo pidió libertad.


Un rato después de ese video, en la calle Cuba un grupo de los manifestantes rompieron parte de los cristales de una tienda. A Lizandra, quien de espaldas gritaba que esa no era la manera, que pararan, dos pedazos de vidrios que salieron volando se le encajaron en la parte posterior de su pierna derecha. De inmediato la piel se le abrió y la sangre comenzó a correr, dejando pedazos de membrana colgando y el músculo al descubierto. Apenas logró llegar a su casa por el dolor.


Lizandra Góngora Espinoza.


Lizandra luego le contaría a su amiga que asustada tiró en una mochila algunas de sus pertenencias, llamó al padre de sus hijos y le explicó qué sucedía. Ella, con miedo a ser procesada, pensó que huir por un tiempo era lo mejor. Así lo hizo, sin suturar las heridas siquiera. Pero ¿a dónde huir en una isla llena de ojos?, ¿cuánto tiempo pasaría a salvo antes de ser descubierta? Los niños de 14, 9, 8 y 3 años se quedaron con su papá. Su hija mayor, de 17, vive con la madre de Lizandra en la Isla de la Juventud.


¿Quién es Lizandra?


Lizandra Góngora Espinoza.


Lizandra Góngora es la mujer que en las noches transmitía un cacerolazo por su Facebook donde pedía libertad para los presos políticos y denunciaba todas las carencias con las que se subsiste en Cuba.


Cada directa la empezaba diciendo “Buenas noches, por acá Lizandra”. Luego narraba cómo vive una madre soltera en un país desabastecido y totalitario. Con sus protestas cívicas le enseñaba a sus hijos a no tener miedo, a no callarse. A ella no le temblaba la voz para decir que en Cuba hay una dictadura y pedir su fin. Por su activismo era amenazada a través de perfiles falsos, en los que solo se comparten propaganda pro-régimen, y fue hostigada por la policía política.


Los niños usualmente la acompañaban en sus videos, sin hablar, hasta que el 2 de julio un par de personas de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) tocaron su puerta para intimidarla. Le dijeron que si sus hijos seguían viéndose en las directas junto a ella le iban a retirar la custodia por afectar el desarrollo del menor. Un método usual que utiliza la Seguridad del Estado contra las mujeres que disienten. Lizandra lo denunció todo en video.


“Por eso digo que en Cuba hay una dictadura, venir a casa de una madre sola, y amenazarla con que le van a quitar a sus hijos, por enseñarle los verdaderos ideales políticos, eso se llama cobardía”, sentenció Góngora en ese momento.


En lo adelante ella continuó grabando sus directas, pero sin los niños. No podía arriesgarse a que cumplieran la amenaza y los separaran de ella.


Su última transmisión en vivo fue el 8 de julio. En el video invita a todos a reclamar públicamente derechos robados. Tres días después los cubanos salieron a las calles, por primera vez en 60 años, y Lizandra se sumó.


Solo tienen la palabra de la policía


Desde el mismo día 22 cuando dejó de comunicarse, Ángel Delgado, la ex pareja de Lizandra y padre de sus hijos, estaba seguro de que la habían detenido. De otro modo, ella no pasaría muchas horas sin saber de los niños.


Entonces comenzó a buscarla, pero la policía negaba tener noticias de ella. En su lugar una y otra vez presionaron a Ángel para que la acusara por abandono infantil. Ángel enfurecía ante tal sugerencia. Lizandra siempre ha sido una madre buena. Ella, además, no los había dejado con ningún extraño, sino con él, que es el padre de los niños. Tampoco se había ido por elección.


Durante una semana Ángel fue enviado de un lado a otro sin información confiable, sin que nadie le diera certeza de qué le había pasado.


Un registro de personas detenidas y desaparecidas tras las manifestaciones que actualizan activistas y periodistas con la asesoría de Cubalex había contabilizado el 3 de agosto que 45 personas aún estaban desaparecidas en la isla. Sin embargo, las cifras de este registro pueden estar por debajo de los conteos reales, pues recopilan mayormente los que trascienden a las redes sociales. Por su parte, las autoridades no solo omiten información al respecto, sino que niegan que haya desaparecidos.


Lizandra estuvo en desaparición forzada desde el 22 de julio hasta el 29, cuando llamaron a Ángel para decirle que efectivamente la tenían detenida.


Ahí supo él que mientras las autoridades le negaban el paradero de su expareja y lo animaban para que la acusara de abandono, y tener algo más para procesarla, eran ellos quienes la tenían presa.


“Me dijeron que estaba en la estación de Zanja y fuimos allí y nos informaron que no estaba, nos mandaron para Villa Marista, envié a otra gente y dijeron que tampoco estaba, que la habían llevado para Reloj Club, y no sabemos nada en concreto. Yo tengo cuatro hijos menores de edad que están ahora bajo mi custodia, y se duermen todos los días a las 3 de la madrugada, preguntando por la madre, llorando”, cuenta él.


Angustiado, Delgado llevó un teléfono celular para la estación de su municipio con batería y saldo para que se lo diesen a Lizandra, donde sea que la tuviesen, y sus niños escucharan su voz. Sin embargo, esa llamada nunca llegó.


La última noticia que tuvo Ángel de Lizandra fue que estaba en la cárcel de mujeres del Guatao, pero que no podía verla en dos semanas y tampoco podía llamar. Pasaba de estar desaparecida a padecer régimen de incomunicación. Su familia solo tiene la palabra de los victimarios de Lizandra, los mismos que durante siete días negaron su paradero. ¿Se puede creer en la palabra del maltratador, de quien se lo llevó de manera arbitraria y que sigue violando sus derechos?


Supuestamente la mantienen aislada por protocolos de COVID-19. Su expareja apenas le llevó artículos de aseo, pero los oficiales se negaron a entregarle las pertenencias de la activista. En esencia, él no sabe si está bien, y se cuestiona si ¿realmente está allí? ¿En qué condiciones están sus heridas, las están tratando? ¿La esconden para ocultar tortura?


Hasta hoy nadie la ha visto. Nadie ha oído su voz.

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